Nazca siempre fue un enigma escrito sobre la arena. Líneas inmensas que sobreviven al tiempo, dibujos que solo cobran sentido desde el aire y un misterio que ha obsesionado a la arqueología durante más de un siglo. Hasta ahora, cada hallazgo exigía años de trabajo paciente, vuelos de reconocimiento y caminatas interminables bajo el sol. Sin embargo, lo que parecía eterno se resolvió en apenas seis meses gracias a un aliado inesperado: la inteligencia artificial.
El Instituto de Nazca de la Universidad de Yamagata, en colaboración con IBM Research, lideró un proyecto que casi duplicó el registro conocido de geoglifos. El resultado fue tan sorprendente como contundente: 303 nuevas figuras emergieron del desierto, entre ellas escenas humanas, animales domésticos y símbolos geométricos con un claro trasfondo ritual.
La velocidad del hallazgo marca la diferencia. Lo que antes se lograba en décadas de exploración manual, ahora ocurrió en medio año. El desierto, aparentemente inmutable, se reveló como un archivo que la tecnología pudo leer a un ritmo inédito.
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